Aventura en Vietnam

Este año ha sido fantástico en lo que a viajes se refiere, norte de Italia, la costa oeste americana y por último Vietnam. No se si es por ser el último o por ser del que menos sabíamos pero Vietnam nos ha sorprendido gratamente. La verdad, he de confesar, que no iba muy convencida a este viaje, lo hacía más bien por hacerle el gusto a mi marido, un enamorado del continente asiático. Una de sus frases favoritas es “Asia engancha” y la verdad es que tengo que darle la razón, lo tiene todo: cultura, paisajes, gastronomía y sobre todo la sonrisa de su gente.

Pasamos 10 días recorriendo el país y comenzamos por su capital, Hanoi. Nos sorprendió por ser una ciudad más moderna de lo que esperábamos. Una de las cosas más curiosas es el tráfico, una auténtica locura, las señales de tráfico están más bien de adorno ya que nadie las cumple: el semáforo en rojo no significa nada, se adelanta con doble línea continua, donde caben dos circulan tres y qué decir de los pasos de peatones, son un adorno más en las carreteras. La verdad es que cruzar es un atractivo más para el turista, teniendo en cuenta que sólo en la capital hay más de cinco millones de motos que circulan sin control (más de una ejerciendo de monovolumen ya que suele ir la familia al completo, he llegado a contar a dos adultos y tres niños en una motos, gracias a los cuerpecitos que tienen) Los primeros días cruzas con el corazón encogido, pero haciendo caso a las recomendaciones, hay que cruzar con decisión que ellos se encargarán de esquivarte y la verdad es que tienen razón. La ciudad es un barullo de gente, motos, coches (más de uno de lujo), pitas, vendedores ambulantes y puestecillos de comida callejera, algo digno de contemplar. Como solíamos hacer por las noches, merece la pena sentarte en una terraza a observar como se desarrolla la vida cotidiana.

En plena ciudad pudimos visitar lugares tan interesantes como el Templo de la Literatura, considerada la primera universidad de Vietnam y construido en el 1076 en honor a Confucio. La universidad funcionó durante 700 años y se dice que la dificultad era tal, que tan solo un puñado de estudiantes era capaces de superara los exámenes y obtener la máxima nota. Sus nombres se escribieron sobre una loseta de piedra que se apoyaba sobre una tortuga (símbolo de longevidad en la cultura vietnamita).

Continuamos hacia la Ciudadela, un enorme complejo en cuyo interior se encuentra el Museo de la Historia Militar de Vietnam y un palacio que se asemeja bastante a la Ciudad Prohibida de Pekín. Esta zona está incluida en los Patrimonios de la Humanidad de la UNESCO. Pero antes de entrar a visitarlo paramos en una terraza muy animada para picar algo.

Tocaba visitar el mausoleo de Ho Chi Ming, en donde se encuentran los restos embalsamados del líder político vietnamita. Justo detrás del mausoleo visitamos el templo conocido como la Pagoda del pilar único, cuya estructura se asemeja a una flor de loto. Muy cerca de allí se puede ver el palacio presidencial y la antigua casa de Ho Chi Ming.

Otra de las numerosas pagodas que se pueden visitar en la ciudad es la Tran Quoc situada entre los dos lagos de la ciudad, que además ofrece unas vistas fantásticas de todo Hanoi. Esta fue nuestra última visita del día y para regresar a nuestro hotel decidimos hacer la turistada del viaje y volver en una de las miles de bicicletas adaptadas para llevar a los turistas (casi matamos al pobre vietnamita cargando con nuestros cuerpos bien alimentados, yo creo que el pobre hombre no calculó bien la distancia y fue gran parte del camino resoplando)

El segundo día volamos a Ho Chi Ming, antigua capital del país y más conocida como Saigón. La mañana la dedicamos a visitar el mercado Ben Thanh, el edificio de la ópera, el palacio de la reunificación, la oficina central de correos y la catedral de Notre Dame. Era muy curioso encontrarte a numerosas parejas vestidas de novios haciendo el reportaje ante los monumentos que visitábamos. Hicimos una breve parada en un moderno centro comercial para picar algo antes de continuar nuestro recorrido por la ciudad.

Nuestras dos últimas visitas antes de ir a comer fueron la Pagoda del emperador de Jade, una de las joyas de los templos chinos en Saigón  y el Museo de la guerra de Vietnam, algo que nos marcó mucho por las atrocidades cometidas en los dos bandos.

Aquí sólo aprovechamos medio día ya que tras el almuerzo comenzó una lluvia torrencial que inundó las calles rápidamente por lo que decidimos, acertadamente ya que no pararía de llover hasta bien entrada la noche, refugiarnos en el hotel. La verdad que es que fue una pena porque nos quedaron algunas cosas por ver.

A unos 90 kilómetros (en Vietnam esto equivale a un camino de dos horas) de Ho Chi Minh, se encuentra el pueblo de Tay Ninh, famoso por albergar la Santa Sede de la religión Cao Đài, una fe que integra elementos de las religiones más importantes del mundo: cristianismo, islamismo, hinduismo, budismo, taoísmo y confucionismo. Su interior es lo que más sorprende ya que está decorado con columnas con dragones, cobras, un techo azul plagado de nubes blancas, figuras de Buda y otros “santos”, ventanas con el ojo que todo lo ve... por no hablar de las túnicas de los monjes, de diferentes colores según su rango.

Antes de continuar nuestro camino hicimos una parada en un restaurante de carretera para probar algunas de las delicias locales como el phô (sopa vietnamita), los rollitos, los noodles y el arroz acompañados de pollo o ternera con vegetales.

Este día terminamos visitando los túneles de Cu Chi en donde podemos ver una exposición sobre la guerra de Vietnam, caminar por el interior de 3 túneles reales (esto es para los que tengan unos cuerpecitos más bien pequeños y que no sufran de claustrofobia) y para los más atrevidos, disparar armamento con munición real.

Cogimos otro vuelo para visitar el centro del país comenzando por Hoi An, con un sabor antiguo y tradicional, la multitud de detalles e influencias Chinas, Japonesas y Francesas, le han valido el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad. Merece la pena pasear por sus calles y trasladarse en el tiempo visitando casas familiares con más de tres siglos de historia, pagodas ricamente adornadas y su famoso puente cubierto japonés.

Aquí tuvimos la suerte de visitar un mercado local en plena ebullición. Había una parte en donde se compraban los productos frescos dividida en secciones, una para la carne, otra para el pescado y el marisco, otra para las verduras y otra para las frutas. La mayor parte estaba en el exterior ya que en interior se encontraban pequeños puestos de comida preparada en donde los locales se sentaban alrededor de una mesa para comer. Vamos, un mercado de San Miguel al estilo vietnamita.

Podías encontrar de todo, chiles, especias, frutas desconocidas y otras no tanto, preparados de jengibre, salsas, arroz, noodles. Vamos que disfruté como una enana y aunque la comunicación no era muy sencilla, porque no suelen hablar inglés y mi vietnamita se reduce a cuatro frases hechas, pero fueron muy amables conmigo y me dieron a probar infinidad de cosas.

Entre tanta comida y con lo bien que olía casi todo nos decidimos a pararnos a picar algo y la verdad es que estaba todo delicioso. Sobre todo el plato típico local, las white rose que son como unas wan tong blancos hervidos que hicieron las delicias de mi marido.

La tarde la dedicamos a Da Nang, sobre todo a las maravillosas montañas de mármol (repletas de templos y cavernas escondidos en la montaña) y a la playa bañada por el mar de China.

Desde Da Nang nos trasladamos hasta la ciudad imperial de Hue en donde visitamos la su antigua ciudadela y las tumbas imperiales. La Ciudadela de Hue es una gran fortaleza construida en el siglo XVII por mandato del Emperador Gia Long. Este enorme y magnífico monumento, Patrimonio de la Humanidad, combina preciosos palacios, hermosos templos fundidos entre murallas, bastiones y fosos, que coexisten en total armonía.

En cuanto a las tumbas imperiales visitamos tres de las siete que hay en los alrededores de la ciudad. Recorrimos las tumbas del emperador Khai Dinh, Tu Duc y Minh Mang, a cual más impresionante.

Al día siguiente tocaba unos de los platos fuertes de Vietnam, la Bahía de Halong, una de las siete maravillas de la naturaleza. Bien merecen los dos días que pasamos en un barco navegando por sus tranquilas aguas. La bahía de Halong son más de 2000 islotes de roca kárstica, esparcidos a lo largo de 120 kilómetros de costa, creando una atmósfera y un paraje de belleza inigualable. Se conoce como la bahía de los descendientes del dragón por la leyenda que rodea a esta zona, o mejor dicho, al origen de esta zona que dice que durante los tiempos del Emperador de Vietnam, el invasor chino quería apropiarse de las tierras del imperio Vietnamita, el Emperador pidió ayuda a una familia de dragones, que lanzaron perlas y jade para hundir a los barcos enemigos. Una vez terminada la batalla, y contemplando la belleza del lugar, los dragones y sus descendientes decidieron quedarse allí.

Quería haber hecho un curso de cocina vietnamita pero por falta de tiempo me fue imposible por lo que durante la cena en el barco el guía, muy amablemente, se ofreció para enseñarnos a hacer uno de los más típicos platos, los rollitos vietnamitas.

Ya de vuelta en Hanoi para pasar nuestros tres últimos días en Vietnam, decidimos salir a pasear por los alrededores de uno de los grandes lagos de la ciudad, el Hoan Kiem. En el interior del lago, en el único islote que hay, se encuentra la Torre Tortuga, pequeña construcción con forma de torre. También hay una pagoda a la orilla del lago y para llegar hasta a dicha pagoda, hay que cruzar un puente de madera de color rojo llamado Húc. Para finalizar el día visitamos la catedral de Hanoi.

Hoy tocaba hacer una excursión para visitar Hoa Lu y Tam Coc. Hoa Lu fue la capital imperial vietnamita durante el siglo X, aunque ahora es un lugar con unas cuantas ruinas y un par de templos atractivos.

Continuamos hacia Tam Coc, conocida como la Bahía de Halong terrestre, cuyo nombre significa tres cuevas. Estas tres cuevas de las que toma su nombre son atravesadas por el río Ngo Dong en un espectacular entorno. Este pintoresco lugar se recorre a través de unas rústicas canoas conducidas generalmente por una mujer que en ocasiones rema utilizando sus piernas en una clara demostración de sus habilidades. La verdad es que es uno de los paisajes más impresionantes por los que he estado.

Esa noche, ya en Hanoi, fuimos a uno de los espectáculos más recomendados de la ciudad: El teatro de marionetas sobre el agua. Paseamos por la ciudad y disfrutamos de su caos.

Al día siguiente volvimos a las barcas para visitar la pagoda del perfume. Es uno de los lugares más bellos de la zona norte de Vietnam, un santuario budista que encontramos en el monte del perfume (Huong Tich) y al que accedimos tras atravesar en canoa el río Day. En el camino comenzó a llover pero la lluvia nos dio una tregua para visitar la pagoda a la que se llega por un empinado camino de 14 kilómetros de subida por la montaña del perfume o cómodamente sentados en un teleférico desde el que contemplar las impresionantes vistas (¿adivináis cómo subimos nosotros?)

Antes de regresar hicimos una breve parada para comer algunas de las exquisiteces vietnamitas. 

Nuestro viaje estaba llegando a su fin por lo que aprovechamos al máximo nuestra última noche en Hanoi. Comimos e hicimos algunas compras en el mundo de las falsificaciones. Toda una aventura.

Bueno, nuestra aventura ha llegado a su fin. Este ha sido un viaje lleno de sorpresas en el que me traigo la maleta llena de maravillosos recuerdos y más de un ingrediente para futuras recetas. Espero que os guste esta publicación y que no os aburráis con tantas fotos. Un besito a tod@s y espero con mucha ilusión vuestro comentarios.